LA LEY DEL AMOR

La ley del amor

Parte de las 3 leyes universales mencionadas en el post anterior , la ley del amor es de las principales, las que nos llevan a las demás leyes. Del amor proviene todo, y mientras más nos alejamos de este sentimiento, más solos, vacíos o infelices nos podemos sentir.

El amor ha sido siempre un tema de fascinación. Pareciera que lo atribuimos siempre a un amor romántico, pero el amor es un sentimiento que podemos y debemos experimentar a todo nivel. Lo prueba nuestro primer amor, que es nuestra madre. Ese vínculo primordial ha probado ser tan vital para nuestro desarrollo espiritual, como lo es el alimento para nuestro desarrollo físico.

Desde Platón, allá por el Siglo V a.c, ya se discutía con profundidad sobre este tema. Para él el amor era algo sublime, lo afirmaba cuando decía “al contacto del amor todo mundo se vuelve poeta”. Para él, el amor nos podía acercar a lo  más espiritual. Al servirnos de inspiración para buscar la belleza y la nobleza, nos hace querer ser mejores, más felices.

El budismo también aborda la temática, pero la construye desde el deseo de que todos los seres seamos felices. Esta concepción me parece muy acertada, pues abarca también a los animales, nuestros fieles compañeros, por quienes podemos llegar a sentir un profundo amor.

Todos anhelamos sentir el amor. Todos deseamos ser felices, y sabemos que esa felicidad viene siempre acompañada de ese sentimiento.

Es así que, para alcanzar la felicidad, debemos desarrollar la capacidad de amar, de dejar de lado el egoísmo y de entregarnos a ese sentimiento. Claro, no podemos olvidar que para poder amar al prójimo, debemos amarnos primero a nosotros mismo. No existe el uno sin el otro.

¿Cómo amplificar el amor en nuestras vidas?

Amarnos a nosotros mismos.
  • Preguntarnos si realmente nos estamos amando

Como mencionamos antes, debes tener en mente que, para amar, debes empezar contigo mismo. Debes preguntarte si estás realizando acciones que demuestren amor propio (tomarte tiempo para ti mismo, realizar actividades que te gusten, cuidar de tu salud, comprarte cosas).

A veces creemos que amando a los demás nos amamos a nosotros mismo, pero tendemos a confundir el amar con la necesidad de ser aceptados y queridos por los demás.

Amar a los demás.
  • Preguntarnos si estamos amando a los demás

En otras ocasiones nos amamos demasiado, y pensamos únicamente en nuestras necesidades.

Puede ser que debido a alguna herida del pasado, decidamos que el mundo es peligroso y que no podemos confiar en nadie más. Nos enfocamos en nosotros mismos, y nos olvidamos de que hay millones de personas allá afuera, y que no todas ellas nos harán daño. Esto nos lleva al egoísmo, y nos aleja de ese amor que realmente nos hará felices.

Encontrar un balance.
  • Encontrar un balance

Todo se encuentra en el balance. Se trata de amarnos lo suficiente, pero de no olvidarnos que somos seres biopsicosociales, y que necesitamos de los demás tanto como de nosotros mismo para ser felices.

Lograr este balance no es fácil, pero si lo logramos, encontraremos una felicidad que nos completa. Valdrá la pena el sacrificio, y nos recordará que “el amor mueve montañas” y que nos empuja hacia lo más bello y espiritual de nosotros mismos.

Bibliografía

Guillem, V. (2012). La ley del amor. España.

Amarilla, A. E. (2018). El amor según el budismo. Recuperado de: https://lamenteesmaravillosa.com/el-amor-segun-el-budismo/

Fotografias por Debby Hudson, Giulia Bertelli, Nathan Anderson, Jeremy Thomas en Unsplash.

Las leyes espirituales

Las leyes espirituales del universo

Cuando Galileo Galilei, en el siglo XVI, basándose en los estudios de  Copérnico sobre el movimiento de los astros sentenciaba que la tierra en realidad no era el centro del universo.  No solo estaba sentenciando una cosmovisión diferente, sino que en el fondo comenzaba una nueva etapa o momento evolutivo de la humanidad. A partir de ese momento se inició el reconocimiento científico de las leyes que rigen todo lo observable. Además de la astronomía, también la biología, la química, la medicina y todas las ciencias llamadas “naturales” apoyadas  por un nuevo método de mirar, medir y verificar la realidad. Todo esto los hizo llegar a una conclusión sorprendente para ese  entonces:

“La naturaleza no responde al azar ni al capricho de un dios emocional y malhumorado, sino que detrás de todo lo que vemos existe una ley.” Cuatrocientos años después, la física es la ciencia que más se ha acercado a esa sutil frontera entre lo que vemos y no vemos, y parece haber llegado a la medula misma de las leyes de la naturaleza y su comportamiento.

A la luz de lo anterior consideraremos en este artículo, la definición de las leyes universales  como: “Principios inmutables que rigen el ordenamiento universal y los procesos de manifestación,  creación, funcionamiento y comprensión del universo.”

 Un ejemplo de ello es la ley de causa y efecto,  que es la principal. Todos los maestros científicos y espirituales han procurado enseñarla. Pueden haber dicho que cosechas lo que siembras, o que obtienes lo que das o lo que va vuelve. Pudieron también llamarla karma, o consecuencia, o que cada acción tiene su reacción igual y opuesta, etc.

Nos referiremos, entonces, a tres leyes, dentro de la inmensa gama que existe para regir el planeta, la naturaleza, las estructuras sociales, Etc. Estas son:

  1. La ley de la correspondencia
  2. La ley del amor
  3. La ley de la evolución.
Ley de correspondencia
  • Ley de la correspondencia

La ley de correspondencia es quizá la más importante de todas y es en muchos sentidos una ley que explica muchas otras leyes. Establece que “lo que hay afuera es una proyección de lo que hay adentro”.

Esto implica que nuestro campo de pensamientos, sentimientos y acciones atrae de manera natural circunstancias y personas que  nos ayudan a evolucionar en nuestras áreas biológica, psicológica, social y espiritual.

Solo nos ocurren las cosas que necesitamos para aprender. Lo que no hacemos conscientemente nos viene en forma de destino. De allí que las personas y las circunstancias, son las que necesitamos para aprender a ser felices, amar y servir a los demás.

Las crisis de salud buscan  que nos desaceleremos en esa maratón que llevamos en la vida y que nos llena  de estrés, ansiedad y preocupación. Esto implica cambiar nuestro estilo de vida en la alimentación, ejercicio, descanso, Etc.

Una crisis económica, creada por nosotros en la mayoría de los casos, nos permite estructurar no solo el manejo de nuestros ingresos, sino el desarrollo de habilidades y competencias para producir productos o servicios para equilibrarla o desarrollar riqueza para el bien vivir.

Las crisis emocionales nos permiten verificar en nuestros encuentros o desencuentros con el otro, los comportamientos o creencias que debemos modificar para nuestra evolución en las relaciones interpersonales.

Así que las circunstancias que nos tocan vivir nos ocurren para que aprendamos y evolucionemos en las áreas de la vida en las que de manera personal (y que son diferentes en cada ser humano), necesitamos mejorar.

 Debemos comprender y  decidir vivir desde el amor, aprendiendo de cada situación para poder evolucionar, sin pelear con nuestras circunstancias. Esto nos permitirá vivir en paz y armonía.

Ley del amor
  • La Ley del amor

Todo  lo que nos sucede en la vida tiene un propósito de amor. La vida es una escuela, y a la escuela venimos a aprender. Ese es el verdadero propósito de amor. Podemos aprender de:

1.         Las personas.

2.         Las circunstancias adversas y  favorables.

El planeta es nuestra escuela, las circunstancias favorables o desfavorables los cursos, y las personas nuestros maestros. Esto implica tomar consciencia de que de cada circunstancia o relación personal podemos aprender. Este aprendizaje solamente se logra desde el amor. Este amor nos conduce a vivir con  agradecimiento por las lecciones que gracias esta ley, podemos aceptar para aprender y evolucionar.

Si no aprendemos de estas situaciones, tendremos que repetir el curso. La idea es llegar a un punto de “saturación” en el que nos hartamos de vivir lo mismo y le ponemos un alto. Es aquí donde llega el cambio y comienza el proceso de la “transformación” o “evolución”.

Ley de la evolución
  • Ley de la evolución

Decidir vivir desde el amor, aprendiendo de cada situación para poder evolucionar, (sin pelear con nuestras circunstancias), nos permitirá vivir en paz y armonía.

Observar que cada circunstancia adversa nos permite interpretarla para nuestra transformación. Ese es el inicio de nuestra evolución personal  para llenarnos de felicidad, paz y armonía.

El propósito de la experiencia humana es evolucionar, desarrollar nuestra conciencia para llenarnos de amor y felicidad. Todos los seres humanos hemos venido a la vida para trabajar nuestro  desarrollo personal, compartiendo y participando  en experiencias con otros seres humanos.

Tal como lo afirma Gerardo Schemdling: “La vida es un maravilloso proceso pedagógico del universo”. El planeta tierra es el colegio y cada experiencia vivida se puede comparar con un curso académico en donde los mejores maestros son las personas. Ellas con su comportamiento, nos enseñan lo que debemos imitar o lo que no y las actitudes que nos invitan a evolucionar.

 En la ley de correspondencia, llegarán a tu vida las personas  y circunstancias que  corresponden a tu proceso pedagógico. La ley del amor nos indica que el aprendizaje de cada experiencia llegará solamente a través del amor y la gratitud para nuestra evolución. La ley de la evolución nos muestra que el cambio y la transformación son individuales. Nadie puede hacerla por ti, pero no podemos hacerla sin el otro. Necesitamos de la interacción con otras personas y circunstancias para conocernos y  transformarnos en un Ser de amor, armonía y paz.

Así que te invitamos a que te preguntes ante cada circunstancia: ¿Qué nos quiere enseñar la vida en cada situación? Ya que cada situación encierra un aprendizaje. Se trata  de transmutar de la ignorancia a la sabiduría, porque tus experiencias personales son las que te corresponden para que puedas aprender en amor y transformarte para evolucionar.

Bibliografía:

Fundación para el desarrollo de la conciencia. Las leyes del universo y la vida.

Schmedling, G. (26 de agosto del 2000). Escuela de magia del amor. Maestría en amor para aquellos que no necesitan sufrir más. Curso de aceptología. Módulo 1.

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LA ESENCIA

Históricamente, los seres humanos siempre nos hemos cuestionado acerca de cuál es nuestra esencia. Según la Real Academia Española (RAE), esencia significa: “lo más importante y característico de una cosa”.

Uno de los filósofos más grandes de la historia, Aristóteles, intentaba responder a este mismo cuestionamiento. Para él, la esencia es “aquello que hace que una cosa sea lo que es”. Es decir, somos lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia de otros animales, y eso es nuestro uso de la razón.

Pero yendo más allá de lo que nos distingue de otros seres de la creación, cada uno de nosotros también tiene una esencia, nuestra propia esencia. Es lo que, como decía Aristóteles, nos hace lo que somos, nos distingue de los demás y nos llena de alegría y pasión.

Cuando hacemos aquello que amamos, encontramos nuestra esencia. Descubrimos que todos tenemos un don o talento que podemos compartir con los demás y nos acercará a una sensación de estar completos por dentro.

Descubrir este camino no es fácil para todos. Hay quienes, desde niños saben exactamente lo que quieren y van por ello. Pero hay otros (como yo misma) que pasamos mucho tiempo intentando descubrir esa esencia que se nos escapa.

Esencia, entonces, es el alma que  eres, la energía que eres y se expresa a través de nuestros dones y talentos. Estos, al ser puestos al servicio de los demás, nos llenan de plenitud y satisfacción.

Nuestra esencia, nuestra naturaleza como seres humanos se expresa a través del amor y la gratitud.

Cuando lo que hacemos se nos da de manera natural y se manifiesta con pasión, entusiasmo , alegría  e ilusión, entonces decimos que estamos en nuestra esencia. El gran Ken Robinson en su maravilloso libro de  “EL ELEMENTO”  lo menciona como: el llamado natural.

Así que, es nuestro deber, como seres pensantes, el buscar activamente nuestro lugar, nuestro “llamado natural” para poder desarrollarlo y ponerlo al servicio de los demás. De esta manera lograremos sentirnos más cerca de nuestra plenitud y felicidad.

*Fotografía por David Lusvardi en Unsplash