Los arrepentimientos

Fotofrafía por Lucian Andrei en Unsplash

Hace un par de meses el COVID me visitó. El síntoma más claro fue la falta de olfato.  No lo digo por llamar la atención hacia mí, ni mucho menos. Lo hago porque creo que es muy importante hablar de este tema con todo el respeto y seriedad que se merece. Muchos conocidos y familiares se han contagiado recientemente y esto al parecer no se detiene. He sido de las afortunadas, pues a pesar de haberme contagiado aún sigo aquí.

Esa no ha sido la realidad de muchos otros, que han perdido la batalla y eso nos golpea a todos. Este virus parece ser una ruleta rusa y no debemos pensar que somos inmunes o que no nos golpeará duro, eso no lo sabemos hasta que la enfermedad se encuentra en nuestro cuerpo.

Al covid-19 hay que respetarlo. Debemos cuidarnos y tomar todas las medidas y precauciones debidas para evitar – en la medida de lo posible- los contagios.

Reflexiones ante el covid-19

Yo no me tomo a la ligera el haberme curado, pues desde hace tiempo decidí vivir bajo estas palabras de Albert Einstein: «Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen los milagros, la otra es creer que todo es un milagro.» Yo elegí la segunda forma y hasta el día de hoy no me he dejado de maravillar.

Pero toda esta situación me hizo reflexionar acerca de la necesidad de agradecer el aún seguir aquí, y la rapidez en la que pueden ocurrir situaciones que nos cambian la vida por completo. No puedo dejar de pensar en todos los sueños rotos que dejaron algunas de las víctimas de este terrible virus, metas que se quedaron a medias y sin concluir.

Los que seguimos aquí debemos honrar a los que ya se fueron, cumpliendo las metas que no nos hemos atrevido a cumplir ya sea por miedo, falta de tiempo, o excusas –en realidad más por miedo-. Creo que nuestros seres queridos –ya sea que sigan aquí o que hayan partido- siempre querrán que logremos nuestros sueños y siempre esperarán vernos felices, realizados y complacidos con la vida.

Los 5 arrepentimientos

Fotografía por Claudia Soraya en Unsplash

Me parece muy adecuado hablar acerca de Bronnie Ware, una enfemera australiana encargada de ofrecer cuidados paliativos a pacientes con enfermedades terminales. Ella escuchaba atentamente lo que sus pacientes decían, y notó que había ciertas similitudes en lo que ellos expresaban como arrepentimientos o cosas que hubieran querido hacer distintas en su vida. Bronnie los agrupó en 5 grupos, y estos son:

  1. No hacer lo que quería, sino lo que otros querían que hiciera.
  2. Trabajar demasiado.
  3. Falta de expresar mis verdaderos sentimientos.
  4. Haber dedicado poco tiempo a los amigos.
  5. No haber sido más feliz.

Hagamos este ejercicio

Fotografía por NeONBRAND en Unsplash

La vida es muy corta. Se nos va en un abrir y cerrar de ojos. Es primordial que nos hagamos estas preguntas, no esperemos mucho:

¿Estoy siendo feliz? Y si la respuesta es no, ¿qué puedo hacer hoy para acercarme a ese estado?

¿Dedico suficiente tiempo a las amistades y personas que amo?

¿Me siento en libertad de expresar mis sentimientos?

¿Estoy demasiado enfocado en mis logros profesionales, y poco en los personales?

Y quizás la más profunda de todas:

¿Estoy haciendo lo que YO deseo hacer, o estoy simplemente cumpliendo las expectativas que los demás tienen de mí?

Respondamos con honestidad a estos cuestionamientos. Ellos pueden abrirnos los ojos y guiarnos en la dirección que debemos seguir para evitar que nos arrepintamos cuando ya sea demasiado tarde.

En Alfasoluciones queremos tomarnos unos momentos para externarles a los que desde el inicio de la pandemia han perdido a familiares y seres queridos, que lamentamos profundamente sus pérdidas, y les extendemos nuestras más sentidas condolencias. No hay palabras que puedan sanar el dolor que sienten, pero les enviamos todo nuestro cariño.

Lo más importante de emprender no es la «idea» eres «tú» mismo

Al pensar en emprender solemos pensar en todos los factores externos que pueden ser un obstáculo o facilitadores de nuestro negocio.

Casi nunca pensamos en los elementos de nuestra personalidad que nos puedan alejar de nuestras metas. La autoestima es uno de ellos, y en este post analizamos las formas en las que esta debilidad nos puede obstaculizar el camino al éxito empresarial.

Errar es de humanos

Errar es de humanos.

Este famoso dicho sigue siendo tan certero como la primera vez que se enunció. Tan cierto es que somos humanos, como cierto es que hemos errado desde siempre.

Lo cierto es que, a pesar de ser un hecho muy común, es algo a lo que la mayoría no nos acostumbramos, y hasta huimos de ello. Muy pocas veces he escuchado yo las palabras “me equivoqué”, salir de la boca de una persona que admite que ha cometido un error. La mayoría de las veces decimos excusas en vez de perdones, o terminamos echándole la culpa a un tercero por nuestra torpeza.

¿Cuál podría ser la razón de que se nos dificulte tanto pedir perdón?

Según la psicología, una explicación puede ser la llamada “disonancia cognitiva”. Esta consiste en  “lo que sentimos cuando el concepto que tenemos de nosotros mismos (soy inteligente, soy amable y estoy convencido de que esto es verdad) se ve confrontado por el hecho de que lo que hicimos no fue lo mejor, que lastimamos a otra persona y que esa creencia no es verdad, según  Tavris (2007)”. (Wong 2017, parr. 4)

Es decir, cuando un error que hemos cometido va en contra de la creencia que tenemos de nosotros mismos. Por ejemplo, si hemos mentido, pero siempre nos hemos considerado personas honestas, esto crea una disonancia cognitiva que nos genera gran incomodidad. Así que, para acabar con esa sensación extraña, decidimos negar que lo hemos hecho.

En un interesante estudio Okimoto, Wenzel y Hedrick (2012) descubrieron que las personas que se rehúsan a aceptar sus errores tienen mayor autoestima que las que sí se disculpan. Osea, que no aceptar que se equivocaron les genera poder y aumenta así su autoestima, al menos momentáneamente. Además, estas personas perciben una mayor sensación de poder y control al no aceptar que se equivocaron.

En un sentido, la persona que se disculpa entrega poder al que se ha rehusado, pues le provee la sensación de tener la razón, lo cual le permite sentirse instantáneamente seguro y empoderado.

Sin embargo, esta sensación es pasajera. Al final podríamos regocijarnos por tener la razón, pero podríamos encontrar que en nuestro camino de no querer admitir que también nosotros nos equivocamos, dejemos tras de nosotros un camino lleno de heridas y dolor. Es decir, al precio de triunfar cada vez, vamos alejando a las personas y quedándonos solos con nuestra razón.

¿Qué podemos hacer?

El primer paso sería el hacernos conscientes de nuestra “disonancia cognitiva”. Debemos ir más allá y analizar nuestro comportamiento. ¿A qué creencias nos estamos aferrando? ¿Qué justificaciones utilizamos cuando nos equivocamos?

Al comprender nuestra forma de pensar, nos podemos dar cuenta de que las ideas y creencias en las que nos basamos no justifican que nos neguemos a admitir que hemos cometido un error.

Como mencionábamos hace unos párrafos, puede que nos hayan servido para salvarnos de las consecuencias de nuestros actos, o que nos hagan sentir momentáneamente bien, pero en el fondo sabemos que no hemos obrado bien.

Admitir nuestros actos, sin intentar justificarlos, nos acercará a las personas. Nos encontraremos ante una nueva situación, en la que podremos aprender de las situaciones.

Como decía James Joyce “las equivocaciones son los portales del descubrimiento”. Al considerarlas como maestras, ganamos en aprendizaje, en carácter y valentía.

Aprender de los errores es aprender a vivir. Porque gracias a ellos crecemos y mejoramos, siempre y cuando seamos humildes en admitirlos y en pedir consejo cuando así lo requiramos.  

Bibliografía:

Okymoto, T; Wenzel, M; Hedrick, K. (Noviembre, 2018). Refusing to apologize can have psychological benefits (and we issue no mea culpa for this research finding). European Jorunal of Social Psychology, 22-31. Recuperado de: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/ejsp.1901

Wong, K. (23 de mayo de 2017). ¿Por qué es tan difícil aceptar nuestros errores? The New York Times, párr. 3,4. Rercuperado de: https://www.nytimes.com/es/2017/05/23/espanol/por-que-es-tan-dificil-admitir-nuestros-errores.html

Fotografía por Sarah Kilian en Unsplash

EL PERDÓN

El perdonar es esencial en nuestras vidas.

Esta palabra es muy controversial. Todos hemos herido o sido heridos por alguien. No hay forma de escapar al dolor causado por una traición, una mentira, o un acto de maldad pura dirigido hacia nosotros. En algún momento debemos decidir qué hacer con la emoción que nos causó esa herida. Podemos decidir seguir haciéndolas nuestras y aceptándolas, o podemos tomar el camino difícil pero sanador del perdón.

Existe la noción de que perdonar es perder la batalla, dejar ganar al que nos hizo daño y permitirle que pueda volver a hacerlo. En realidad, es todo lo contrario, pues al no perdonar le estamos dando poder al causante de nuestras penas; le estamos dando permiso de continuar robándonos nuestra alegría y tranquilidad y dejando que nos invadan los malos pensamientos de rencor, venganza y de revivir el dolor una y otra vez.

Es difícil de entender hasta no experimentarlo en carne propia, pero no perdonamos por los demás, perdonamos por nosotros mismos. Perdonamos porque buscamos ser libres y ocupar nuestra mente y nuestros pensamientos en otros asuntos mucho más importantes, como por ejemplo,  nuestra felicidad.

Perdonar NO es:

  1. Aceptar o justificar la ofensa.

Esto no significa que vayamos a justificar lo que nos ocurrió, mucho menos culparnos a nosotros mismos. De ninguna manera debemos aceptar u hacer de menos el dolor que nos causaron, más bien debemos dar el valor a lo que nos hizo sentir y no negarlo.

  • Restaurar la relación con el ofensor.

Una relación, sea de amistad, laboral o amorosa no vuelve a ser la misma con la persona que nos lastimó.  Esto es especialmente cierto cuando sabemos que esa persona no tiene planes de modificar su conducta, y cuando sabemos que muy claramente lo podría volver a hacer. Si es posible, debemos alejarnos de él o de ella. Si esto no es posible, debemos siempre ser cautelosos y asegurarnos de no volver a caer en la misma situación que una vez nos hirió.

  • Que no existan consecuencias por los hechos.

Es necesario que quien nos lastimó busque restituir los daños de alguna forma. No se debe dejar ir libre al ofensor sin antes intentar que se haga responsable por sus actos. Claro, esto no siempre será posible, pero debemos tener claro que no debe ser una decisión nuestra no permitirle que trate de restituirnos de alguna forma.

  • Permitir que nos vuelva a ocurrir lo mismo.

Asegurarnos de no volver a caer en el mismo círculo es cuestión nuestra. Es parte del proceso del perdón. Cuando perdonamos nos liberamos del dolor y el sufrimiento y nos quedamos con el aprendizaje. ¿En qué debemos ser más cautelosos? ¿Qué señales debemos observar con más atención? No es cuestión de ir por la vida viendo las fallas y dudando de todos, pues esto nos provocaría otra serie de problemas. Se trata de no andar tan vulnerables por la vida, y saber elegir en quién confiamos y en quién no. 

A continuación enumeramos las 4 etapas del perdón:

I. Análisis de la situación y reconocimiento del daño:

En esta etapa hacemos un recuento de lo que ocurrió y analizamos las formas en la que nos hirió. Es importante no negar que hubiera un daño y que tuviera sus consecuencias en nosotros.

II. Elegir perdonar:

Como todo, perdonar es una elección. Es nuestra decisión si deseamos continuar con este proceso y cruzar ese umbral desconocido que puede ayudarnos a avanzar y dejar atrás lo que nos ocurrió. No es fácil, pero el tener este poder de decisión nos permite ser dueños de este proceso y liberarnos de todo lo que nos ata a ese doloroso pasado.

III. Estrategias de autoprotección:

Como mencionamos antes, perdonar no significa volvernos a poner en la misma situación bajo el riesgo de que nos vuelva a ocurrir lo mismo. Al perdonar también debemos aprender de nuestras elecciones pasadas y buscar en lo posible no volvernos a poner en una situación vulnerable que nos lleve a ser heridos nuevamente. Perdonar no es olvidar, es poder ver al pasado sin rencores y tomarlo como un aprendizaje para la vida.

IV. Expresión explícita del perdón:

Esto no necesariamente significa que le diremos a la persona que nos ofendió que la hemos decidido perdonar. Podemos también realizar rituales que sean muy personales, como encender una vela, decir una oración, escribir una carta para posteriormente ser quemada. Cualquier manifestación que nos atraiga puede significar un inicio al proceso del perdón y de la sanación.

Dependiendo del tipo de ofensa, este proceso puede ser más fácil o difícil. Lo importante es reconocer que es algo que necesitamos y que estamos dispuestos a pasar por el proceso con el fin de salir de él con  más fuerza, amor propio y una nueva sabiduría.

Referencias:

Garcia, J.A. (2010). Perdonar y pedir perdón. Psicoterapeutas.com. En la página web: http://www.psicoterapeutas.com/Tratamientos/perdon.html

Fotografía por Lina Trochez en Unsplash.