Esta palabra es muy controversial. Todos hemos herido o sido heridos por alguien. No hay forma de escapar al dolor causado por una traición, una mentira, o un acto de maldad pura dirigido hacia nosotros. En algún momento debemos decidir qué hacer con la emoción que nos causó esa herida. Podemos decidir seguir haciéndolas nuestras y aceptándolas, o podemos tomar el camino difícil pero sanador del perdón.
Existe la noción de que perdonar es perder la batalla, dejar ganar al que nos hizo daño y permitirle que pueda volver a hacerlo. En realidad, es todo lo contrario, pues al no perdonar le estamos dando poder al causante de nuestras penas; le estamos dando permiso de continuar robándonos nuestra alegría y tranquilidad y dejando que nos invadan los malos pensamientos de rencor, venganza y de revivir el dolor una y otra vez.
Es difícil de entender hasta no experimentarlo en carne propia, pero no perdonamos por los demás, perdonamos por nosotros mismos. Perdonamos porque buscamos ser libres y ocupar nuestra mente y nuestros pensamientos en otros asuntos mucho más importantes, como por ejemplo, nuestra felicidad.
Perdonar NO es:
- Aceptar o justificar la ofensa.
Esto no significa que vayamos a justificar lo que nos ocurrió, mucho menos culparnos a nosotros mismos. De ninguna manera debemos aceptar u hacer de menos el dolor que nos causaron, más bien debemos dar el valor a lo que nos hizo sentir y no negarlo.
- Restaurar la relación con el ofensor.
Una relación, sea de amistad, laboral o amorosa no vuelve a ser la misma con la persona que nos lastimó. Esto es especialmente cierto cuando sabemos que esa persona no tiene planes de modificar su conducta, y cuando sabemos que muy claramente lo podría volver a hacer. Si es posible, debemos alejarnos de él o de ella. Si esto no es posible, debemos siempre ser cautelosos y asegurarnos de no volver a caer en la misma situación que una vez nos hirió.
- Que no existan consecuencias por los hechos.
Es necesario que quien nos lastimó busque restituir los daños de alguna forma. No se debe dejar ir libre al ofensor sin antes intentar que se haga responsable por sus actos. Claro, esto no siempre será posible, pero debemos tener claro que no debe ser una decisión nuestra no permitirle que trate de restituirnos de alguna forma.
- Permitir que nos vuelva a ocurrir lo mismo.
Asegurarnos de no volver a caer en el mismo círculo es cuestión nuestra. Es parte del proceso del perdón. Cuando perdonamos nos liberamos del dolor y el sufrimiento y nos quedamos con el aprendizaje. ¿En qué debemos ser más cautelosos? ¿Qué señales debemos observar con más atención? No es cuestión de ir por la vida viendo las fallas y dudando de todos, pues esto nos provocaría otra serie de problemas. Se trata de no andar tan vulnerables por la vida, y saber elegir en quién confiamos y en quién no.
A continuación enumeramos las 4 etapas del perdón:
I. Análisis de la situación y reconocimiento del daño:
En esta etapa hacemos un recuento de lo que ocurrió y analizamos las formas en la que nos hirió. Es importante no negar que hubiera un daño y que tuviera sus consecuencias en nosotros.
II. Elegir perdonar:
Como todo, perdonar es una elección. Es nuestra decisión si deseamos continuar con este proceso y cruzar ese umbral desconocido que puede ayudarnos a avanzar y dejar atrás lo que nos ocurrió. No es fácil, pero el tener este poder de decisión nos permite ser dueños de este proceso y liberarnos de todo lo que nos ata a ese doloroso pasado.
III. Estrategias de autoprotección:
Como mencionamos antes, perdonar no significa volvernos a poner en la misma situación bajo el riesgo de que nos vuelva a ocurrir lo mismo. Al perdonar también debemos aprender de nuestras elecciones pasadas y buscar en lo posible no volvernos a poner en una situación vulnerable que nos lleve a ser heridos nuevamente. Perdonar no es olvidar, es poder ver al pasado sin rencores y tomarlo como un aprendizaje para la vida.
IV. Expresión explícita del perdón:
Esto no necesariamente significa que le diremos a la persona que nos ofendió que la hemos decidido perdonar. Podemos también realizar rituales que sean muy personales, como encender una vela, decir una oración, escribir una carta para posteriormente ser quemada. Cualquier manifestación que nos atraiga puede significar un inicio al proceso del perdón y de la sanación.
Dependiendo del tipo de ofensa, este proceso puede ser más fácil o difícil. Lo importante es reconocer que es algo que necesitamos y que estamos dispuestos a pasar por el proceso con el fin de salir de él con más fuerza, amor propio y una nueva sabiduría.
Referencias:
Garcia, J.A. (2010). Perdonar y pedir perdón. Psicoterapeutas.com. En la página web: http://www.psicoterapeutas.com/Tratamientos/perdon.html
Fotografía por Lina Trochez en Unsplash.
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