La pandemia ha puesto en descubierto otro problema de salud al que no siempre se le pone la atención debida pero que puede ser igual de peligroso o letal que cualquier otra, y es el de la salud mental. Incluso António Guterres — el Secretario General de las Naciones Unidas— ha alertado sobre un posible aumento de suicidios por el coronavirus.
Este tema es sumamente delicado, y por lo mismo es necesario abordarlo, especialmente cuando escuchamos que es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.
También es preocupante la afirmación que la Save the Children —Organización No Gubernamental que trabaja por los derechos de la niñez— al decir que «las medidas de aislamiento social durante la pandemia pueden causar desórdenes mentales permanentes».
Ante esta información quienes son padres deben prestar una mayor atención a sus niños y adolescentes, para evitar que el aislamiento social y el peligro de ante el COVID19 se conviertan en un detonante de problemas de salud mental de los menores.
Una posible explicación parece ser que el salir de casa para realizar otras actividades les servía para distraerse de los pensamientos negativos. El confinamiento ha hecho que sus preocupaciones y sensación de aislamiento se multipliquen, provocando malestar emocional.
El efecto de los padres
La reacción de los padres ante cualquier situación adversa tiene un gran impacto en la forma en la que los hijos —sin importar la edad— interiorizan lo ocurrido. Si los padres muestran ansiedad y preocupación excesivas, los hijos también copiarán este modelo y responderán a la crisis de la misma manera.
Lo mismo está ocurriendo con el tema de la pandemia. Los puntos de vista de los padres ante las medidas tomadas por el gobierno, la forma en la que manejan su temor a ser contagiados y otras preocupaciones relacionadas, tienen un papel muy importante en mitigar los efectos a largo plazo en los hijos.
La Ph.D. Mireia Orgilés —catedrática de psicología que ha realizado estudios acerca de los efectos psicológicos inmediatos provocados por la cuarentena en Italia y España— observó que los padres que se percibían como más estresados por el aislamiento social reportaron que sus hijos tenían más problemas emocionales. Una de las recomendaciones que ella dio como resultado del estudio es que resulta crucial que los padres manejen sus propias emociones para evitar perjudicar la salud emocional de los hijos.
¿Qué se puede hacer?
El primer paso para poder apoyar a nuestros hijos es revisar cómo estamos manejando nosotros la situación. Debemos controlar nuestro miedo y ansiedad, buscando formas saludables de manejar nuestras emociones.
Después de observar nuestro propio comportamiento, asegurándonos de no contagiar a nuestros hijos con emociones negativas, es necesario estar pendientes de su bienestar. Para esto la Asociación Canadiense de Psicología (2020) brinda las siguientes recomendaciones:
- Darles la oportunidad de hablar acerca de sus preocupaciones.
- Asegurarles que está bien sentirse triste o asustado.
- Mostrarnos comprensivos ante sus manifestaciones de angustia, miedo o enojo.
- Limitar el tiempo de exposición a las noticias -para evitar la infoxicación– así como de los aparatos electrónicos en general.
- Intentar continuar con las rutinas diarias.
- Hacerles ver que, como padres, estamos con ellos.
Por último pero no menos crucial, es importante monitorear las respuestas que nuestros hijos están teniendo ante la situación, manteniéndonos alertas a conductas que se salgan de su comportamiento normal. La Asociación Canadiense de Psicología (2020) menciona los siguientes:
- Llanto excesivo e irritación en los más pequeños.
- Regresiones en los comportamientos ya adquiridos (por ejemplo: pedir biberón cuando ya tomaba de vasito, mojar la cama cuando ya no lo hacía, hablar como bebé).
- Preocupación excesiva o tristeza.
- Cambio en hábitos de sueño y de alimentación.
- Dificultad para concentrarse y prestar atención.
- Evitar actividades que antes disfrutaba.
- Dolores de cabeza o musculares inexplicables.
Los síntomas mencionados deben salirse del comportamiento normal del menor. Por ejemplo, si a nuestro hijo siempre le ha costado concentrarse o siempre ha sido quisquilloso para comer, no se consideraría fuera de lo normal que lo continuara haciendo durante esta crisis.
Por el contrario, si es una conducta nueva que ha aparecido a raíz del inicio de la pandemia, entonces sí debemos preocuparnos y estar muy pendientes. En caso de que los síntomas mencionados persistan durante más de dos semanas es mejor consultar con un especialista (de preferencia en salud mental de niños y adolescentes).
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