
No hablamos del espíritu desde el punto de vista religioso. Más bien, lo vemos desde el punto de vista emocional. Hablamos aquí de la espiritualidad desde nuestra conexión con nosotros mismos. ¿Qué tan conectados nos encontramos con la vida? ¿Realmente disfrutamos de nuestro presente, o vivimos preocupados por el mañana, angustiados por el ayer?
Conectarnos con la vida significa ver más allá, vivir el momento y ver que lo que hacemos hoy cosecharemos mañana. No hay trabajo poco digno. He visto personas que hacen limpieza en casas u oficinas, disfrutar más de la vida y de su trabajo que gerentes entacuchados. ¿Qué los diferencia?
Además del hecho de que los segundos ganan quizás diez veces más que los primeros, la diferencia es la actitud que los primeros trasladan a su diario quehacer. Y mucho de nuestra actitud depende del significado que le damos a lo que hacemos. Podemos ver nuestro trabajo de dos formas distintas:
1. Solo como un trabajo por el sueldo y para jubilarse.
2. Una vocación. Exhibe mayor desempeño y mayor sentido de satisfacción.
Si buscamos la primera, posiblemente cada día lo sentiremos eterno, contando las horas para que todo termine. Seguro conocemos muchas personas que realmente no disfrutan lo que hacen, y que buscan cualquier oportunidad para quejarse de su empleo o sus compañeros.
La segunda forma es la que nos permite vivir cada día con satisfacción, mostrando nuestras habilidades y talentos, sabiendo que estamos contribuyendo de una u otra forma a quienes nos rodean.
Ese es el verdadero espíritu de trabajo, el que hacemos con amor, con pasión, desarrollando nuestras habilidades y poniéndolas al servicio de los demás. Cualquier trabajo puede ser repetitivo, aburrido y desgastante. Nosotros somos los únicos que podemos convertirlo en una experiencia desafiante, divertida y diferente. Mientras no llegue el trabajo de nuestros sueños, disfrutemos lo que hacemos. Estar agradecidos, ponerle actitud a lo que hacemos, eso nos hará llegar lejos.
Add a Comment